WELCOME, WILLKOMMEN, KALOSÓRISMA, BIENVENUTO, BIENVENUE, BEM- VINDO, YOUKOSO... BIENVENIDOS...

... A mi mundo, a mi espacio, a mi libertad.... A mis puteadas, a mis enojos, a mis caprichos, a mis verguenzas, a mi mal humor, a mis quedadas mal...
A mi risa, a mi vida... cotidiana.. ya vivida, olvidada y recordada,
a TODO lo que me rodea...
A vos, al mundo... hecho por hombres de carne y hueso, sentimientos y deseos... de placer, necesidades... de odio... sexo, anhelos y amor.

Entrá y leé!...

viernes, 10 de diciembre de 2010

INFIDELIDAD MENTAL

Hace mucho que no nos veíamos todas juntas. A veces cuesta un poco por las diferentes vidas que llevamos y por lo distintas que resultamos ser cada una de nosotras, pero ahí estábamos, reunidas una vez más. Cuando llegué noté que Lucía tenía los ojos raros, rojos… chiquitos. Me dijo que era porque le picaban sin razón alguna. En el fondo presentí que había llorado. Me preguntó que iba a hacer después de la cena. Dije que nada, no tenía planes a decir verdad. La respuesta le pareció genial: haríamos guardia a la casa de La Desubicada.

La Desubicada es la ex novia de su novio actual. Todas sospechamos, por determinadas actitudes, que hay ciertos grados de infidelidad, además de altos grados de locura producidas por un amor utópico, padecido por todas, en algún momento de nuestras vidas.

No sabemos como reaccionar ante algunas situaciones. Mas allá de lo que podamos opinar por experiencias pasadas, Lucía es nuestra amiga y a veces resulta difícil decirle las cosas. No porque no sepamos cómo, sino por lo que podemos llegar a causar en ella. No es fácil. Perseveramos.

Terminamos de cenar y acompañé a Lucía a buscar el auto al estacionamiento mientras las demás buscaban en Internet la dirección exacta de la desubicada, mediante el número de teléfono fijo. Lloviznaba con un calor insoportable. Noche de trampa. Y todas sospechábamos que él estaba con ella, en su casa.

Volvimos a buscarlas. Todavía no habían bajado. Lucía estaba nerviosa, ansiosa, expectante. Yo, nada. Conteniéndola desde mi silencio y a veces escasas palabras de apoyo. Pame, Agus, Dany y Cami iban atrás. Yo de copiloto. Lucía (peligrosamente) al volante.

En el trayecto al lugar nos imaginamos ciento de historias posibles y miles de situaciones y reacciones que tendría que tener Lu al verlos juntos cuando se abra la puerta. Creo que en ese momento todas nos pusimos en el lugar de ella, imaginándonos que nuestros supuestos/imaginarios novios eran el novio de Lu. La diversidad de actitudes y reacciones que se dijeron en ese auto fue increíble. Éramos solo 5 personas las que opinábamos y parecíamos 20. Cami todavía no dice nada al respecto, es la hermanita de Pame, pero con 13 años y con nosotras de amigas, aprende mucho.

Agus cada dos oraciones decía: “lo mato, yo lo mato”. Lucia afirmaba que si los veía juntos les pasaba con el auto por encima. En cambio Dany, Pame y yo tratábamos de mantener la cordura dentro de lo posible, por más de que a veces se nos escapaba un comentario suicida. Cami comía Mentoplus.

En los primero 40 minutos que estuvimos haciendo guardia frente al edificio de la desubicada, Lucía le mandó dos mensajes de texto que él, claramente no respondió. Y nuestra bronca aumentaba. Logramos visualizar el departamento, dedujimos que por ser 2do “A” tenía vista a la calle. Clavamos nuestros ojos en el objetivo. Estaba la luz prendida pero no había movimiento. En el cuarto de al lado, la luz apagada.

Cada mujer que pasaba Lucía pensaba que era la desubicada. Sabiendo que es rubia y de ojos claros, cada vez que veía a alguien se le paraba el corazón. Logramos calmarla, o por lo menos intentamos.

Se hicieron las 12 de la noche y llamamos a Betty, mama de Pame y Cami. Era el cumpleaños. Descontracturamos la situación con el llamado. Después volvimos a convertirnos en fieras cornudas masticando chicle y fumando cigarrillos. Cami seguía con sus Mentoplus.

La cuadra estaba totalmente desolada. No pasaba nadie. Había un perro que creíamos, estaba de nuestro lado. Iba del auto a la esquina ida y vuelta sin parar. El único movimiento sucedía en ese edificio. Entró una mujer (que también confundimos con la desubicada) y salieron tres hombres. Gays.

Se prendió la tele. Sólo dani y Pame podían ver el reflejo de la tele por la ubicación del auto. Hacían zapping. Agus veía un espejo. Lucía y yo, nada. Teníamos un árbol adelante que no ayudaba con la misión. Cami, atenta al perro y a los ruidos que se escuchaban dentro del auto.

Cada movimiento que lográbamos captar en esa casa eran signos de infidelidad. Claramente hacían zapping después de tener sexo. Y Agustina seguía con el sentimiento de querer matarlo. Trabamos las puertas, no creíamos que fuera capaz de bajar y tocarle el timbre, pero por las dudas, mejor prevenir que curar.

Lucía mandó un tercer mensaje. Tampoco recibió respuesta. Seguíamos con la vista fija en el objetivo. Hacia calor y con Agus ya habíamos fumado tres cigarrillos.

La hora pasaba y no teníamos señales de él ni de nadie. La calle estaba vacía. El perro seguía ahí con nosotras y todas mirando la nada. Mi chicle ya no tenía gusto, pero no encontraba otros en mi cartera. Y ya no había caramelos.

Empezamos a pensar ideas para sacarlos de la casa. Estábamos dispuestas a hacernos pasar por cualquier persona para sacarlos de ahí y agarrarlos in fragantti. Desde un simple delivery de pizzas hasta una vecina que llama por un olor a quemado o amenaza de bomba. No sabíamos que hacer y Lucía aflojaba lentamente volviendo a caer en la situación en la que está.

Pasó una hora y queríamos acción. Sugerimos a coro que lo llame. Lucía decía que no, hasta que accedió. Llamó y saltó el contestador. El celular estaba apagado. Nuestra ira en ese momento creció inmensamente y ahora sí, todas queríamos pasarle con el auto por encima o tirar una molotov al balcón de la desubicada. Llamó tres veces y tres veces saltó el contestador. Tres veces puteamos.

Adelantamos el auto para ver si podíamos observar algo más que el reflejo de la tele. En el comedor había una araña hermosa, pero obviamente no era relevante. Ya eran las 0.50, o abortábamos la misión o pasábamos la noche ahí. Para ayudar un poco a la decisión le dije a Lucía que llame a su casa, tal vez él ya había llegado y la estaba esperando (con una coartada creíble). Llamó y atendió. Estaba ahí, en la casa de Lu. Esperándola, víctima de el mismo y de la nada, tal y como habíamos pensado.

¿Y la desubicada? ¿No había ido a su casa a tener sexo y hacer zapping? ¿Que hizo en todo este tiempo mientras nosotras estábamos ahí imaginando situaciones? No sabemos. Pero el siempre tiene una respuesta para todo. Asíque no sería raro que esta vez también cuente con una historia interesante, irrefutable y obligatoriamente creíble.

Nos fuimos. Todavía teníamos bronca, por más de que se encuentre en su casa, esperándola, sabemos solamente por el echo de ser mujeres, que algo pasa. Nos sentimos raras. Pelotudas. Por un lado queríamos agarrarlo, sentarlo en un banquillo bajo una luz intermitente y aplicarle el suero de la verdad para vengarnos tranquilas de todos los que alguna vez nos mintieron y nos cagaron. Pero por el otro lado no, Lucía no lo hubiese soportado. Nosotras mismas no hubiésemos soportado verla mal.

Y ahí estábamos. Volviendo de una guardia en vano. Todavía lloviznaba y hacia calor. Juntas, en las buenas y en las malas, como hubiésemos estado en el caso de haberle pasado con el auto por encima.