Me pediste que no te diga nada o que te hable con respeto (porque sos mayor), que no te mire mal, que deje de tocarte el pelo, que no me ria en tu cara… que te haga un budín y que te compre galletitas.
Pocas veces (una) me pediste que te abrace, ya cuando estabas más que mal. Otras, me pediste que me ria de tus chistes malos o que te de la razón en cosas que la verdad, no había pensado.
En 3 años me pediste muchas cosas, incluyendo que lea para hacer los resúmenes que te servirían mas a vos que a mi… pero debo reconocer que lo más lindo que me pediste, es que te escribiera algo, dedicado especialmente a tu persona que tanto “aprecia” a la mía, aunque digas que no.
Sos especial querido, si que lo sos. Tenes una facilidad a veces envidiable de cerrarte herméticamente cuando bombardean tu mundo, cuando no dejan de atacarte, a pesar de ser tu sangre y cuando no sabes para donde correr porque todos los caminos llevan al mismo lugar. Intenté poder entrar, sin invadirte y sin solucionar nada. No pude, tampoco me sentí desplazada, entendí que solo podes o por lo menos, eso es lo que queres o tal vez elegís en momentos así.
Sos diferente también al momento de confiar, de mostrar cariño. No hablo de relaciones específicas, familia, amor… sí de amistad, sí de vos, sí de mí. Todavía no entiendo como por medio de abrazos obligados y puteadas, tanto tuyas como mías, pude darme cuenta que estoy en tu vida, que de alguna forma la marqué. Y como vos descubriste en mi, que una puteada en nuestro idioma es un te quiero, un contas conmigo, un: boludo, yo estoy!
Sos especial, sos diferente, sos Benja, Benjamín. La oveja. Llamos. El campechano. Ezequiel. El 2da guitarra. El que nunca se olvidó de donde viene diciendo que es de Pasteur, partido de Lincoln, Pcia. de Bs. As. Sos Guillermo, Guillote, el que necesita 4 días de estudio antes de rendir para sacarse un 10. Sos vos, al que le gusta hacer alfajorcitos de maicena y ama los postres de su madre.
Pero sobretodo sos Gui, mi amigo… el que aprendí a querer mas allá de la forma en que me decís las cosas, el que escuché muchas veces aconsejarme y el que me escuchó con mis dudas existenciales, ya vividas. El mismo que cantó conmigo Guapa y bailó axé en su living.
Horas que parecían eternas, leyendo, estudiando y fumando, tomando mate, a veces café, hasta que una de esas noche me dijiste que, de tanto que te rompía las pelotas con mis preferencias de viñetas y sangrías en el momento de tipear, parecía la hermana menor que no tenías. Yo también te quiero.
